"PRUEBA CONSEGUIDA".


"RELATOS LEVES".

    Después de tantos intentos, aquí sigo, infeliz y gorda. Me contemplo por las mañanas en el espejo y me repito una y otra vez : “Tienes que ponerte a dieta, tienes que cambiar tus hábitos, buscar ayuda si es necesario…”. De nada sirve. Cada día es una derrota. Me siento incapaz de conseguirlo. He recurrido a médicos, dietistas, naturópatas, y especialistas de todo tipo. He seguido sus indicaciones y consejos sin constancia ni reconocimiento. Una y otra vez recaigo. El enorme esfuerzo de unos días lo tiro por la borda en una tarde de excesos y remordimientos. Busco la soledad para comer a escondidas, para que nadie sepa ni me reproche.

    ¡El día a día es tan duro! No soy feliz, no tengo ilusión por nada. No me siento con fuerzas para poner remedio. Me envuelve un pensar ocioso, repetitivo y aburrido. A veces sueño con estar bien. Imagino que estoy delgada, en mi peso, y que llevo una vida plena.

    Hoy, como tantos días, no me encuentro bien. Sé que me sobran muchos kilos. Vuelvo a tener que enfrentarme en el espejo a mi cara hinchada, a contemplar mi desagradable papada cuando me observo de perfil. Siento un permanente y molesto hormigueo en mis brazos y piernas, las noto pesadas. Cada vez me cuesta más dar un paseo. Me falta el aire y no ceso de sudar. Tengo la barriga abultada y me molesta enormemente, me hace sentir torpe. Mis digestiones son pesadas, llenas de borborigmos y flatulencias. Intento evitar quedar con mis familiares y amigos porque me siento observada y en definitiva porque no estoy a gusto conmigo misma. Sin embargo, a pesar de todo, sigo maltratándome, comiendo mal y en abundancia, a deshoras y de manera desordenada. Cualquier ejercicio físico me agota por leve que sea. Me invade una constante pereza que envuelve por completo mi ser y que me atrapa sentada en el sofá viendo la tele. Tumbada y sin hacer nada.

    Sigo pensando en que tengo que cambiar. Repaso mentalmente lo que hecho mal hasta el presente. Reconozco mi debilidad y soy consciente de mis errores. No cejo en el empeño. Me falta constancia, orden y disciplina. Debo dar un giro a mi vida y no dejo de pensar en cómo hacerlo. Revivo los intentos fallidos. Recuerdo los pasos a seguir, las recomendaciones, las sugerencias, y analizo el porqué de mi fracaso. He llegado a dos conclusiones que han servido para aclarar mi mente y que después de reconocerlas, me han proporcionado un ligero alivio. Algo que no había experimentado desde hace mucho tiempo. Una es el pleno convencimiento de que no estoy a gusto conmigo misma y de que necesito poner remedio para encontrarme bien y en consecuencia mentalmente feliz. La otra, no menos importante, es que no dispongo de más recurso que de mi fuerza de voluntad. La voluntad tiene un poderío misterioso y descomunal, y por primera vez soy consciente de que debe ser alimentada, entrenada día a día, y de que precisa de perseverancia para obtener los frutos deseados.

    He comenzado una nueva etapa en mi vida. Una vez más me he puesto a prueba. En esta ocasión con la certeza plena de que se trata de una lucha perseverante, de momento a momento. Mis esfuerzos son pequeños, constantes y ciertos. Cada reto que me propongo y alcanzo, es una victoria y esto me alienta para proseguir la lucha. Me levanto por la mañana, me aseo y sonrío ante el espejo. Prueba conseguida. Desayuno liviano. Prueba conseguida. Largo paseo. Prueba conseguida. Comida sana y ligera. Prueba conseguida. Café con amigos. Prueba conseguida. Visita a mis seres queridos. Prueba conseguida. Cena frugal y reconstituyente. Prueba conseguida. Rato de lectura relajante. Prueba conseguida. Y así un día tras otro. Siento que mi ánimo va cambiando, que me encuentro mejor y que empiezo a disfrutar de algunos instantes de desconocida alegría. Los esfuerzos ahora son más grandes. Percibo que cada prueba conseguida, cada reto logrado, reaviva mi voluntad, la fortalece. La persistencia es costosa y en algunos momentos hasta dolorosa. Estoy segura de que me hace más fuerte y esto me anima a continuar en mi empeño.

    Han pasado varios meses y he sabido mantenerme firme en mis propósitos. Las consecuencias las estoy viviendo y disfrutando. He conseguido cambiar, mejorar por fin mi vida. Ha sido un largo desfile de pequeños pasos que me han llevado a la feliz situación en la que ahora me encuentro. Aquí estoy sentada en este banco, permitiéndome un ligero descanso en medio de uno de mis largos y habituales paseos. Me invade una agradable satisfacción, tal vez la recompensa por el deber cumplido. Uno valora especialmente lo que tiene cuando sabe que lo que ha dejado atrás no tenía valor alguno. Voy a seguir mi camino pensando en las palabras que escribo. Necesitaba decirlo, dejar constancia en este diario. No sé si abandonarlo para obligarme a reescribirlo o dejarlo intencionadamente olvidado por si alguien lo encuentra, lo lee, y se siente identificado; tal vez le pueda servir de ayuda.

***

( Lucién Bosán ).


******

Comentarios

Entradas populares