"EL PLATO DE GARBANZOS".


"CUENTO INFANTIL".

    Elba era una niña cariñosa e inocente. Alegre con sus amigos y en el colegio, y feliz en casa con sus padres, una niña buena, sin malas intenciones.

    Alguna vez se comportaba de manera desobediente o se dejaba llevar por alguna absurda rabieta pero no era lo normal.

    Una cosa mantenía preocupados a sus padres y les conseguía hacer perder la paciencia. Sucedía a la hora de sentarse a la mesa para comer. Elba se distraía con facilidad y le costaba una eternidad acabar con su plato de comida. Su fantasía e imaginación volaban y no se centraba en lo que tenía que hacer, que era algo tan sencillo como terminarse la comida sin tardar más de lo necesario. Sus padres le regañaban y le advertían una y otra vez pero Elba parecía no darse cuenta abstraída en sus pensamientos. Al final lograba que la tuvieran que castigar y casi siempre por el mismo motivo.

    En cierta ocasión Elba se sentó a la mesa y su madre le sirvió un apetitoso plato de garbanzos. Los garbanzos le gustaban mucho. Sin embargo el tiempo pasaba y pasaba, sus padres terminaban de comer y Elba seguía allí sentada frente al plato de garbanzos. No había manera de conseguir que terminara a tiempo y sus padres, nerviosos, no sabían hacerle entender que no debía distraerse y dejar que la comida se enfriara siendo la última en levantarse de la mesa. Cuando le reñían tomaba una cucharada con rapidez. Al poco tiempo se olvidaba y sus padres seguían a la espera cada vez más enfadados. Así, la comida se hacía larguísima y el disgusto de sus padres duraba tanto como lo que a ella le costaba comerse hasta el último de los garbanzos.

    Abstraída, Elba miró dentro de su plato y observó con asombro como uno de los garbanzos, de los muchos que todavía le quedaban, se movía y apartaba a empujones a sus compañeros de plato. Llena de curiosidad continuó observando, y aquel garbanzo saltarín, con grandes esfuerzos, logró ponerse encima de los otros garbanzos. Se irguió todo lo que pudo y mirando fijamente a la sorprendida Elba le dijo con voz chillona:

    - ¿Cuánto tiempo más nos vas a tener esperando? Nos estamos quedando fríos y estamos hartos de estar aquí, amontonados y casi sin espacio para movernos.

    Elba no entendía lo que estaba ocurriendo, ¡un garbanzo hablándole a gritos! Y no se atrevió a contestarle. Éste prosiguió diciéndole:

    - Si tardas más tiempo en comernos no conseguirás otra cosa más que hacernos brotar porque somos semillas y el paso del tiempo nos hace germinar. Espero que pienses en lo que te estoy diciendo y deja ya de poner esa cara de susto. Ahora me voy a dar de nuevo un baño en el caldo junto a mis compañeros y ojalá que pronto ya no estemos en este plato. De lo contrario…

    Elba se quedó pensativa, sin saber qué hacer ni qué decir. No terminaba de reaccionar y no se percataba de que el tiempo seguía su curso y de que la comida permanecía intacta en el mismo lugar.

    Se cumplieron las advertencias del garbanzo parlanchín y comenzaron a brotar del plato unos finos tallos verdes que crecían con enorme rapidez. Cuando los tallos se desarrollaron al fin, de sus puntas surgieron unas hermosas hojas de color verde. En un instante, el plato de garbanzos se transformó en una maceta de vistosos tallos recubiertos de abundantes hojas.

    Elba estaba fascinada. Veía lo que estaba sucediendo ante sus ojos y no era capaz de comprenderlo. Había pasado mucho tiempo, sus padres la habían dejado allí sola, hartos de esperar. Tenía hambre pero no le apetecía comerse aquellos brotes. Uno de los tallos destacaba sobre el resto y sobresalía orgulloso luciendo sus hermosas hojas. Se movió agitándose como una campanilla y llamando la atención de Elba le dijo con una voz dulce y delicada:

    - ¡Hola Elba! ¿No te acuerdas de mí? Soy el garbanzo que te habló hace ya rato. Te avisé de lo que podía ocurrir si seguías perdiendo el tiempo sin comer, y al final así ha sucedido. Deberías haber hecho caso de mis consejos. Ahora ya es tarde y ya no puedes comernos. Hemos dejado de ser garbanzos porque todos existimos en función del tiempo y nuestro tiempo ya ha pasado. Ahora ya no somos tu alimento. Nos hemos convertido en tiernos brotes y tendrás que cuidarnos si no quieres que nos marchitemos.

    - Sé que tienes mucho apetito pero si hubieras comido cuando debías, nosotros estaríamos en tu estómago dándote calor y alimento. Para eso nos cocinan y nos sirven en el plato. Si dejas pasar tanto tiempo sin hacernos caso, ya ves en qué nos convertimos.

    - Cada día tendrás que regarnos tres veces: una por la mañana a la hora del desayuno, otra al mediodía, a la hora de comer, y la última por la noche, justo antes de que te dispongas a cenar. Si no te olvidas de hacerlo y prestas tu atención en ello, obtendrás la recompensa.

    A partir de aquel momento Elba tenía una nueva obligación que cumplir cada día. Había escuchado con atención las palabras del garbanzo convertido en planta y había aprendido la lección. Todos los días regaba los brotes sin olvidarse ni distraerse jamás al hacerlo. Aquel tallo alto y dicharachero le sonreía y le daba las gracias cada vez que lo hacía.

    Un día al regresar del colegio se sintió más cansada y hambrienta. Lo primero que hizo al llegar a casa fue coger su taza y regar los brotes con delicadeza. Se sentó frente a ellos y observó con sorpresa cómo se encogían y se hacían cada vez más pequeños hasta quedar convertidos de nuevo en redondos y sabrosos garbanzos. No pudo resistir la tentación de probarlos porque el hambre la vencía. Tomó un par de garbanzos con los dedos y justo cuando abría la boca para degustarlos, el garbanzo hablador le dijo desde la punta de sus dedos:

    - Este es el premio por haber sido obediente y constante. Nos has cuidado mientras hemos sido brotes, sin distraerte ni olvidarte. Ahora ya puedes comernos para que crezcas sana y fuerte porque para eso nos cultivan y nos cocinan. No para estar fríos y amontonados esperando en el plato. Recuérdalo Elba cada vez que tu madre te sirva un plato de comida. Piensa que nosotros no somos felices esperando rato y rato a que nos pruebes. Queremos estar dentro de ti para hacerte crecer como crece una planta viva y hermosa. Y si en alguna ocasión sientes que nos movemos dentro de tu tripa, piensa que es porque estamos jugando felices y cada vez que pienses en nosotros no te olvides de hacerlo con una sonrisa.

***


( Lucién Bosán ).


******

Comentarios

Entradas populares