"EL OSITO DE PELUCHE".


"CUENTO INFANTIL".

    Elián era un niño bueno al que le gustaba jugar con sus amigos. Lo pasaba bien en el colegio escuchando a la señorita y haciendo los deberes que ésta les mandaba. Cuando sus padres lo recogían a la salida de la escuela, si hacía buen tiempo, se quedaba un ratito jugando en la calle con otros niños. Más tarde cuando ya estaba en casa, se divertía sacando sus juguetes hasta que su mamá le avisaba para que se sentara a la mesa y cenar los tres juntos. Después se ponía el pijama, se lavaba los dientes y dando un beso a sus papás se iba muy contento a la cama.

    Un día de fiesta, Elián se levantó feliz porque sus papás le habían prometido llevarle al parque de atracciones. Después de desayunar, se vistió y salieron juntos de casa. Estaba ilusionado y sólo pensaba en lo bien que se lo iba a pasar, subiendo a los pequeños autos de carreras, al tren de la bruja.., y a todas las atracciones que tanto le gustaban. Cuando llegaron al parque se llevaron una desagradable sorpresa. Estaba cerrado por unas obras de mantenimiento. Elián rompió a llorar con rabia y sus padres trataron de explicarle que no podían entrar porque el parque estaba cerrado y las atracciones no funcionaban. Seguía enfadado y no quería marcharse de allí. Lloraba con rabia y lo tuvieron que llevar casi a la fuerza hasta el coche. En el coche continuó llorando y no hacía caso a las palabras de sus papás, que trataban con enorme paciencia de consolarle y de explicarle lo que había sucedido.

    Cuando llegaron a casa se siguió portando mal. Tiró sus juguetes por el suelo de la habitación, dio patadas a las puertas y a los muebles, y se empeñó muy enfurruñado en que no quería comer. Cada vez más enfadado, no hacía más que llorar y gritar. Su mamá le dijo que se estaba comportando como un niño malo y que de seguir así le tendría que castigar, haciéndole subir a su habitación y no dejándole salir hasta que pidiera perdón y se portara como un niño bueno. Sin hacer caso a las palabras de su madre, continuaba llorando cada vez más furioso. Tiró el plato de comida, manchando la alfombra del comedor. Entonces su mamá, diciéndole que aquello estaba mal hecho le castigó y le hizo subir a su cuarto cerrándole la puerta. Su mamá le dijo que hasta que no se le pasara el enfado y volviera a ser un niño contento y feliz, no saldría de su habitación. También le dijo su mamá que si no pedía perdón por haberse comportado tan mal, al día siguiente, que de nuevo era fiesta, seguiría castigado y no podría jugar con ninguno de sus juguetes, ni bajar a la calle para divertirse con sus amiguitos.

    Elián estuvo tiempo llorando solo en su cuarto, pataleando y tirándose por el suelo. Algo más tarde, cuando ya se le había pasado el enfado, se sentó en su sillita preferida y estuvo mirando tranquilamente los muñecos que tenía tan bien ordenados en una de las estanterías. Se levantó para coger un osito de peluche marrón que era su favorito. Cuando alargó sus manitas para abrazar al osito, se dio cuenta de que el osito de peluche estaba llorando. Elián, muy asustado, le preguntó sorprendido por qué lloraba, y el osito con lágrimas en los ojos le contestó que estaba triste y que no quería jugar con él. Sin poder creer lo que estaba escuchando, le volvió a preguntar:

    - ¿Por qué no quieres jugar conmigo?

    Y el osito con pena, le respondió:

    - Te has portado mal, Elián. Has tirado al suelo tus juguetes, a los que sueles tratar con cuidado y cariño., Has llorado rabioso y enfadado. No has querido comer.., y lo peor es que has hecho disgustar y entristecer a tus papás. Cuando juegas conmigo tú no eres así, y yo no quiero ser tu juguete porque solamente quiero ser el juguete preferido de un niño bueno y alegre, tal y como eras antes de enfadarte tanto sin tener ningún motivo. Si no cambias y rectificas el mal que has hecho, no volverás a verme. Me marcharé lejos y no volveremos a estar juntos. Lo siento Elián pero me perderás.

    Estuvo escuchando arrepentido las palabras que le había dicho el osito de peluche, se sintió triste. Se dio cuenta de que se había portado como un niño malo y caprichoso. Por eso, pensaba, su muñeco favorito no quería jugar con él, y por eso, también, su mamá le había castigado. Era ya el momento de cambiar y de comportarse bien. Lo primero en lo que pensó fue en pedirle perdón a su amigo el osito, por lo que había hecho mal y por el disgusto que le había dado. Así, le dijo al osito:

    - Está bien, perdóname. Volveré a ser bueno como antes y te prometo que no volveré a hacer las cosas malas que te han hecho sentir tanta pena y que te han puesto tan triste.

    El osito le contestó sin llorar, muy serio :

    - No es a mí a quien tienes que pedir perdón. Tienes que pedírselo a tus papás, que te quieren y a los que has enfadado y has hecho sufrir. Piensa en lo que hacen por ti, para que estés feliz y contento. Ahora eres tú el que puedes hacer que ellos se sientan felices. Tan sólo tienes que pedirles perdón y demostrarles que eres un niño bueno que sabe reconocer sus errores.

    Escuchaba con atención lo que le decía el osito. Se dio cuenta de que había hecho daño a sus papás. Salió de su habitación, bajó las escaleras y entró con cierto temor en el salón donde estaban sus papás. Al verlo entrar su madre le dijo:

    - ¿ Se puede saber qué haces aquí? Sabes muy bien que estás castigado y que no puedes salir de tu habitación hasta que te lo digamos.

    Elián, avergonzado, contestó a su mamá:

    - Me he portado mal, quiero pediros perdón y me gustaría abrazaros y daros un beso. Os prometo que no volveré a hacer las cosas malas que he hecho y así estaréis contentos y podré jugar de nuevo con mis juguetes y divertirme con mis amigos.

    Sus papás se pusieron alegres, le abrazaron y le dieron muchos besos. Le dijeron que se sentían felices y orgullosos porque había reconocido sus errores y les había pedido perdón.

    Por la noche cenaron los tres juntos y a la hora de irse a la cama se despidió de sus papás dándoles un cariñoso beso, lleno de amor y alegría. Cuando entró en su habitación estaba contento y pensó en contárselo a su osito favorito, que tan bien le había aconsejado. Al mirar en la estantería, se percató con sorpresa de que su osito no estaba allí. Por un momento se entristeció. Sin embargo, al meterse en la cama pudo ver con alegría que a su lado, acostado junto a él y mirándole con dulzura, estaba su osito de peluche. Le abrazó con todas sus fuerzas y al mirarle se dio cuenta de que el osito tenía una sonrisa de felicidad por su gesto de arrepentimiento.

    Así, los dos juntos, se abrigaron y se sintieron contentos y felices. Elián se quedó en seguida dormido. Estaba muy tranquilo y satisfecho porque sabía que había hecho sentirse felices a quienes más quería, a sus papás, y a su osito de peluche, que ahora ya estaba de nuevo su lado y volvía a ser, como antes, su muñeco favorito.

    Arrepentirse del daño que hacemos y corregir a tiempo nuestros errores, nos hace estar felices y hace que también estén felices aquellos a quienes más queremos.

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( Lucién Bosán ).


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