"LAS BOTAS DE AGUA".


"RECUERDOS DE INFANCIA".

"RELATOS LEVES".

“LAS BOTAS DE AGUA”.

    A mi madre, la llamábamos de manera cariñosa Mati o quizás lo correcto sería decir que la llamábamos Mati en forma abreviada. Era una mujer especial, distinta y pendiente en exceso de su marido y de sus dos hijos. Ésta fue una constante en su vida. Era limpia y tenía la casa recogida y ordenada. Le gustaba mucho vestir bien y se preocupaba de manera exagerada por la ropa que vestíamos. Había sido modista en sus años de juventud, antes de casarse y lo cierto es que tenía buenos dedos para ello. Luego a lo largo de su vida tendría ocasión de demostrarlo en más de una situación. De aquella época guardo un recuerdo que enfadó mucho a mi madre y que me valió una de las pocas pero sonadas zurras que me dio a lo largo de su vida. Me compró unas botas de agua. Eran negras, de goma y tenían ese brillo especial de las cosas nuevas. Por lo que pude saber tiempo después, hizo un esfuerzo de economía doméstica para comprármelas. No íbamos precisamente sobrados de dinero, más bien al contrario, y en aquellos años cualquier gasto extra era un verdadero lujo. Nuestra calle estaba sin asfaltar, eso vendría muchos años después, y cuando llovía se formaban unos charcos enormes e incluso unos pequeños riachuelos porque la calle estaba en ligera pendiente. Para nosotros jugar en esas condiciones era de lo más divertido y pasábamos así muchas tardes hasta que dejaba de llover y poco a poco la calle se secaba. Mi madre me advirtió de que las botas eran exclusivamente para ir al colegio los días de lluvia y que no debía meterme en charcos con ellas porque imaginaba, con muy bien criterio por cierto, que si me entraba agua por dentro de las botas quedarían inservibles al mojarse el fieltro que llevaban en su interior. Y eso es lo que ocurrió. No hice más que bajar a la calle y quise estrenarlas en un charco que tenía una pinta estupenda pero que lamentablemente tenía también más profundidad de la que podía imaginar. El agua me llegó hasta las rodillas. Salí tan rápido como pude pero era ya demasiado tarde. Las botas y mis piernas con ellas, estaban llenas de barro y de un agua marrón que chorreaba hasta el suelo. No es difícil imaginar la cara de mi madre cuando abrió la puerta de casa y me vio allí de pie, cubierto de un lodo que era ya tierra y con una cara de circunstancia que no necesitaba de mayor explicación. Voces y gritos de mi madre, - ¡si ya lo sabía yo! - , - ¡es que no haces una de derechas! Esta última por cierto era un clásico de su repertorio. Las botas quedaron inservibles a pesar de sus esfuerzos por secarlas y supongo que debí estar castigado unos cuantos días. No volví a tener unas botas de agua. Fue una experiencia corta pero intensa, de esas que guardas en la mochila de los recuerdos durante toda tu vida.

    Mis padres se trasladaron desde Barcelona y se asentaron de forma definitiva en Zaragoza. Uno de los motivos de mudarse fue también que mi madre padecía alergia asmática y le recomendaron un clima frío y seco. La humedad y la vegetación abundantes le provocaban ataques de asma, que a mí y a mi hermano nos asustaban de forma terrible.. La oíamos jadear y respirar con mucha dificultad y permanecíamos a su lado, abrazándola y mirándola llenos de inquietud y preocupación hasta que se le pasaban. Estuvo varios años padeciendo esta enfermedad pero poco a poco el clima fue surtiendo efecto y los ataques disminuyeron hasta desaparecer. La verdad es que fue un alivio porque aquello nos impresionaba mucho. Pensábamos que se iba a morir y no sabíamos de qué manera ayudarla. Al final esos episodios se fueron quedando relegados en el olvido.

    Son tantas las vivencias compartidas con una madre. La quieres aunque en muchas ocasiones cueste demostrarlo. Es un cariño fiel, inalterable e incondicional, casi incluso irracional. Un sentimiento que permanece vivo e intenso y del que no te desprendes hasta que desapareces. Dentro del misterio insondable de la memoria hay sin embargo pequeños episodios que se quedan grabados y que te acompañan a lo largo de tu vida. Esas botas de agua estarán ahí esperando tan sólo que yo las evoque. Una imagen con su historia que permanecerá imborrable ajena al paso del tiempo.

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( Lucién Bosán ).


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