"MI PADRE".


"RELATOS LEVES".


"RECUERDOS DE INFANCIA".


    Mi padre vestía en aquel entonces con traje y corbata. Tenía buena percha y una presencia impecable. Le gustaba embadurnarse el pelo con quina y desprendía un olor agradable a su paso. Es uno de esos olores con memoria que recuerdas a lo largo de tu vida. Mis padres no tenían muchos amigos y los que tenían les duraban muy poco pero a veces mantuvieron estrechas relaciones con algunos matrimonios. Recuerdo una pareja que vivió durante un tiempo en nuestra escalera. Eran norteamericanos y él, al que llamábamos tío Frank, no sé muy bien por qué, trabajaba en la base americana. Eran muy generosos y se encapricharon especialmente con mi hermano y conmigo. En Navidades nos ponían muchos regalos y cuando regresaron a Estados Unidos me regaló un reloj que conservé orgulloso durante mucho tiempo. No sé qué pasó con él, no recuerdo que lo perdiera. La cuestión es que desapareció. En ocasiones salíamos con otras familias que eran conocidos del trabajo de mi padre. Su trabajo le obligaba a alternar y se relacionaba con infinidad de personas. Alguna vez me llevaba a la oficina. Era enorme y su despacho de lo más ostentoso. Tenía tres personas a su cargo, dos ayudantes y una secretaria. Me trataban con mucho cariño. Percibían que era sensible y tímido y me ponían las cosas lo más fácil que podían. Si estaba mucho rato me dejaban jugar en el pequeño almacén de material de oficina. Allí me lo pasaba en grande y disfrutaba escudriñando estantes y cajones. Me divertía sacando los bolígrafos “Bic” de las cajas y jugando con ellos a soldados o a coches, dos de los juegos que más me entretenían. La secretaria era una morena de anchas caderas y curvas pronunciadas y con la que fantaseé en numerosas ocasiones. Me escondía debajo de su mesa y le miraba las piernas y me dejaba envolver por una extraña sensación de placer cuando al abrir y cruzar las piernas descubría un triángulo mágico, profundo y misterioso. Una luz de encaje blanco al final del túnel. Fui muy precoz en mis fantasías eróticas y en mis pensamientos sexuales. Mis hormonas se activaron antes de lo debido a pesar de no comprender muy bien lo que le ocurría a mi cuerpo.

    Mi padre me llevaba consigo en alguno de sus frecuentes viajes. Mi hermano se enfadaba porque al llevarnos al colegio, lo dejaba a él y a mí me preguntaba si quería acompañarle. Eran viajes en el día. Unas veces íbamos solos y otras nos acompañaba uno de sus ayudantes que era su brazo derecho. Éste sentía una gran admiración por mi padre y hasta su ruina se mantuvo fiel a su lado. Me preocupaba faltar al colegio. Mi padre le quitaba importancia y me decía que al día siguiente me haría una tarjeta justificando mi ausencia. Fueron muchas las tarjetas que entregué a mis profesores a lo largo de mi vida escolar por este motivo y también por encontrarme enfermo o simplemente por pereza. Mi madre era muy condescendiente en esto último y yo lo aprovechaba al máximo. Eran días especiales. A pesar de tener clase te quedabas en la cama y te levantabas cuando querías. Fue un error que luego pagué de adulto porque muchas veces utilizaba este recurso para no presentarme a exámenes en su momento y tener así más tiempo para prepararlos. Me aterraba suspender. Y otras veces evitaba tener que salir a la pizarra o examinarme oralmente, algo que me producía un pánico exagerado y que por no haber superado en su momento he arrastrado a lo largo de mi vida hasta acabar sufriendo de una cierta fobia social. Los miedos hay que superarlos cuando se presentan y no hay otra forma de hacerlo más que enfrentarse a ellos justo en ese momento. El error que cometieron mis padres por un equivocado sentimiento de protección y ante el que yo no supe o no quise rebelarme, marcó de forma sustancial mi vida de adulto. Me sirvió sin embargo para evitar caer en la misma equivocación años después en la educación de mi hija. Me siento muy orgulloso de ella en ese aspecto y pienso que le he ayudado a estar preparada para enfrentarse a los embates de la vida.

    La relación con mi padre fue de amor y desamor. De estar feliz a su lado y de sentirme muy lejos. Un extraño juego de emociones contrapuestas. Vivencias llenas de admiración junto a situaciones y experiencias demoledoras, llenas de decepción. Es un balance difícil de valorar y al final se impone el sentimiento, el cariño. Ese hilo misterioso que une al padre y al hijo. Esa experiencia de vida compartida y en su ausencia esos errores que cometes que te recuerdan a sus errores, esos pecados del padre que se repiten en la vida del hijo. Es un vínculo del que no quieres ni puedes desprenderte. Amor y rencor en un inquietante baile de parejas. Amor de padre y rencor de hijo.

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( Lucién Bosán ).


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